domingo, 15 de agosto de 2010

Un incidente surrealista incluyendo sandwiches de helado


Las cosas brillantes me atraen.

Monedas de plata, envoltorios de chicles, las llaves del coche, lentejuelas, tijeritas de uñas, canicas, medallas, anillos de boda, platería, ornamentos de madera, ya os hacéis una idea. Por razones obvias, me sentía afligido por la necesidad de cambiar mis pañales inmediatamente después de ver The Bean en el Millenium Park de Chicago. Alomejor soy medio cuervo por que de hecho guardo un extraordinario parecido con "Poe, el cuervo" (aunque yo no elegí vivir en la torre de una iglesia metodista) del ganador del premio Newbery Honor en 1964 Sterling North. Si se diera el caso de que os encontrarais echando raíces en vuestra biblioteca pública en busca de una lectura de calidad, os lo recomendaría.

Me estoy yendo del tema. Perdonad el pleonasmo de caza de ocas.

Estaba recientemente en Wal Mart a las tres de la mañana (comprando sandwiches de helado) y rondando por la sección Electrónica cuando un brillante CD con un astronauta en la portada resultó llamar mi atención. Soy el tipo de cuervo que tiene que coger cualquier cosa que le llame la atención (más como el impetuoso Jeremy de Mrs.Frisby and the Rats of NIMH de Robert O'Brien), y por consecuencia, he sido llamado despistado en más de una ocasión. Mi dulce madre dice que tengo una mente de una sola pista, lo que aunque es plausible, encuentro discutible por que la sesión de Pro Tools de Cave In tiene unas setenta pistas.



Habiendo vivido en los 7o y 80, debería al menos darme el beneficio de la duda y darme por lo menos una mente de ocho pistas. Una estimulante discusión mejor guardada para un día de lluvia.

En fin, dejé mi caja de sandwiches de helado en el suelo y agarré el CD.



Emocionado, salté arriba y abajo y dejé salir un agudo e involuntario grito asfixiado de alegría que desafortunadamente atrayó diversos nerviosos empleados nocturnos. Estaba invadido por una celosía secreta por la rápida aparición de diversos bigotes en forma de u invertida. Después de convencerles de que estaba bien y de que no necesitaba una ambulancia, volví emocionadamente al album, lo giré con mis manos mugrientas y, quien lo iba decir, impreso entre un par de frescos y apretados paréntesis, estaba mi nombre.

CHAN CHAN CHAN.

Casi no pude aguantar la posterior poderosa, gutural, creciente euforia mientras sentía una gigantesca sonrisa estupida dibujarse sobre mi gran cara de bebé.

Hice un remix de una canción llamada I Woke Up In a Car. Soy un fan de Something Corporate desde el instituto, era uno de esos momentos surrealistas para mí. Estoy seguro que sabéis de lo que hablo. Reí entre dientes interiormente mientras la cajera gafotas me miraba con sus ojos de miope, sin expresión a través de sus gafas de culo de vaso y escaneó el CD. Le di al aburrido dependiente de la puerta una sonrisa y le alcé el pulgar mientras me iba y graciosamente me retiraba del local.


Después de unas cuantas zancadas, crucé el garaje vacío bañado por la luz de las lámparas y la luna como un partido de béisbol local nocturno. Siempre me han encantado los garajes por la noche. Hay algo en ellos muy veraniego y cálido.

Dejé los sandwiches de helado en el asiento del pasajero, abrí violentamente el plástico envoltorio del CD, me agarré a espina por algunos angustiosos momentos (antes de acabar con el trabajo de la llave del coche) y finalmente metí el disco en el reproductor. Fue maravilloso. Acabé comiéndome la mitad de los sandwiches de helado camino a casa.


La prespectiva era gratificante. Otro de esos pequeños momentos que me hacen estar agradecido de todo corazón por poder hacer lo que más pasión me provoca. A los 24 años, me siento tremendamente afortunado para mirar atrás a los concurridos grupos de esa clase de momentos surreales que han ido pasando en el curso de los últimos años. Algunos de mis más salvajes sueños se han hecho realidad, y no hace falta decir que estoy asombrado, incluso incrédulo. Ese enorme muro de realización me golpea en la cara a menudo y con tan tremenda fuerza que sigo, como mínimo y con todo lo que significa, inequívocamente agradecido. En otras palabras, alabo a Dios.

Una elocuente cita de George Strait:


"La vida no son los momentos en que respiras, sino los que te quitan la respiración"

Bien dicho, George.